domingo, 1 de junio de 2008






Yo, gato de pura raza, me resulta difícil explicar cual es el sentimiento que me une tanto a un trozo de cemento desplegado vertical y horizontalmente. Yo, idealista en contra de cualquier patriotismo o nacionalismo, siento mi vida unida inexplicablemente a esta fábrica de humo y ruido. Londres, París, Ámsterdam, New York, Tokio. Podría haber sido cualquiera de estas metrópolis mi cuna y las amaría tanto como amo a la que habito. Mi amor, es pues, a la ciudad. Al ajetreo, al estrés, al ruido, a la contaminación, al caos organizado y, sobre todo, a la vitalidad. Yo, urbanita…



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